¡Que se rompan ya!
- Aixa Mariely Rodriguez
- 23 jul 2024
- 2 Min. de lectura

Mis abuelos adquirieron unas tierras que fueron vendidas por el gobierno de mi país a un precio muy módico en aquel entonces. El solar que les tocó tenía un gran inconveniente. Una enorme roca estaba en medio y no se podía construir allí. Abuelo no tenía maquinarias, ni recursos para mover semejante estorbo, pero sí tuvo una gran idea.
Diariamente abuelo buscó madera y materiales inflamables para encender en aquella roca. El fuego ardía durante el día y en las tardes, antes de irse a la iglesia, abuelo apagaba las llamas derramando sobre el peñón agua fría. Esto hacía que la roca cediera y así, poco a poco se partiera. Un día logró su objetivo: redujo aquel tropiezo enteramente hasta hacerla desaparecer. Finalmente pudo construir y fue allí en aquella casa, que varias generaciones de mi familia guardamos muy lindos recuerdos. Abuelo ya no está, pero su ingeniosa idea le permitió que nosotros gozáramos del fruto de su labor.
Tú y yo decidimos si habrá nuevas construcciones en nuestra vida o nos quedaremos con una mentalidad estancada. Siempre habrá una oportunidad para ser mejor. Mejor padre o madre; mejor hijo o hija; mejor esposa o esposo; mejor en nuestro crecer como persona o mejor en nuestra vida espiritual.
Puede que estemos deseosos de esos cambios que tanto soñamos, pero eso no significa que nuestro terreno esté listo aún para ello. Nos va a tocar vivir situaciones que moldearán nuestro carácter y van a exponer realmente cuánto hemos crecido o cuánto carecemos. Tal cómo el fuego y el agua fría seremos probados. He visto mis defectos e insuficiencias una y otra vez a la luz de la Palabra en mí. En ocasiones he actuado con prudencia y en otras me he equivocado mucho, pero solo descanso en esa Palabra que me dice:
“…Bástate en mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.” 2 Corintios 12:9
Cada día el Espíritu Santo nos lleva a toda verdad y trabajará con las piedras que nos estorban en nuestro terreno. Un día ya no estarán y veremos el fruto. Isaías dice que Cristo después de su sufrimiento vio el fruto de su aflicción (Isaías 53:11). Esto me conforta porque cada tribulación que tengamos es pasajera y producirá en ti y en mi un eterno peso de gloria (2 Corintios 4:17-18). Es como una balanza que se inclina a lo eterno y que excede a cualquier premio terrenal. Lo que vemos con nuestros ojos, nuestras vivencias son cosas temporales, pero lo que no vemos es eterno.
Mientras tanto expreso lo que anhelo para esos estorbos del terreno: ¡Que se rompan ya! Y mientras espero que mis debilidades se desvanezcan, confío en que cada día entregará Dios en mis manos un espíritu renovado, así también espero que sea para tu vida.
“Yo les daré un corazón sincero y pondré en ellos un espíritu renovado. Les arrancaré el corazón de piedra que ahora tienen y pondré en ellos un corazón de carne…”
Ezequiel 11:19
Aixa Mariely Rodríguez
Comments