Expuesta
- Aixa Mariely Rodriguez

- 5 ago
- 1 Min. de lectura

Se anunció un cambio en el formato en que haríamos las cosas ministerialmente, y no me pareció. Tenía una opinión personal de peso, según yo, y comencé a entristecerme, con una tristeza tan profunda que empecé a perderle amor a lo que hacía.
Una mañana al pararme en mi lugar, desde las gradas del altar, allí donde entonamos alabanzas a mi Señor, noté que había un estorbo. No pude adorar a Dios con corazón puro. La tristeza y el desánimo que sentía era tan fuertes… tenía coraje, y me di cuenta que mi corazón estaba mal. Inmediatamente lo noté me arrepentí y le pedí al Señor que me sacara de allí. Le dije: “Señor ¿para qué me tienes aquí? ¿Qué puedo yo ofrecerte desde éste lugar? Estoy agonizando. Observa cuán amarga estoy y sabes que temo a tu nombre. Prefiero estar fuera de todo esto…pero que no se haga mi voluntad, si no la tuya. Enséñame a ser obediente.”
Obedecer sin cuestionar, cuesta mucho.
Así que tuve que hacer lo que hago cuando enfrento un estorbo en mi propia vida:
1. Identifico el problema.
2. Me arrepiento delante del Señor y busco la manera de cambiar.
3. Lo estudio a luz de la Palabra, para que sea verdaderamente erradicado.
Es un proceso diferente cada vez , y de ahí nace esta reflexión que verás a continuación.
Lo comparto en PDF por si lo deseas usar para impresión.




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