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Nuestro Interior Frente al Espejo

  • Foto del escritor: Aixa Mariely Rodriguez
    Aixa Mariely Rodriguez
  • 11 oct 2021
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 11 oct 2021

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Es poco común encontrar alguna persona que nunca haya utilizado un espejo aunque sea para sacarse una pestaña de adentro del ojo. En las mayorías de las casas hay espejos ya sean para decorar o para el uso personal. Al mirarse en un espejo se puede apreciar luz, rasgos, detalles e imperfecciones: realidad. Se cree que la invención de los espejos proviene de Turquía, pero en la antigüedad otras civilizaciones también lo utilizaron. En sus principios metales como la plata, el bronce y el oro eran bruñidos o pulidos para darle el efecto de reflejo.

En el cristianismo también el espejo es de grande importancia. El pueblo hebreo

lo utilizó en el tabernáculo de reunión y su valor está altamente vinculado en cuanto al servicio a Dios. Todo comenzó con una donación de espejos de las mujeres hebreas que velaban a la puerta. Con los espejos donados construyeron la fuente de bronce del tabernáculo.

También hizo la fuente de metal, con su basa de metal, de los espejos de las que velaban a la puerta del tabernáculo del testimonio.” Éxodo 38.8

Al descubrir esta verdad en la Palabra de Dios, me complace que El haya permitido a la mujer aportar en algo tan significativo y santo, como era la fuente en el tabernáculo de reunión por cuanto este tenía un gran valor en la adoración sacerdotal.

Los sacerdotes debían ser lavados allí en la fuente de bronce como parte del proceso de santificación.

“Después de hacer el sacrificio, el sacerdote se lavaba en la fuente de bronce. Este lavado purificaba al sacerdote y lo preparaba para ingresar al tabernáculo. Jehová dijo que el sacerdote debía lavarse para no morir.” (Simbolismo en el Tabernáculo /B&H Español). Al sacerdote lavar sus manos podía también mirar sus imperfecciones.

Dios nos mira más allá de la apariencia exterior. Nuestro interior debe ser renovado de día en día a través de su Palabra. El salmista preguntó alguna vez

“¿Con qué limpiará el joven su camino?…” a lo que rápidamente responde a su retórica:

“…con guardar su Palabra” (Salmos 119.9)

En mi relación con Dios he interrogado muchas cosas sobre mi interior, son aquellas cosas que sé es el momento oportuno de cambiar y entregarle a Dios. Él siempre me trae a mi memoria este Salmo 119.9. Guardando su Palabra es como yo puedo deshacerme de cualquier cosa que a Dios no le agrade. Esa Palabra en el Salmo no sólo se aplica a un joven en edad, sino a una persona inexperta en algo. Cuando no sabes cómo actuar en situaciones difíciles que quieres cambiar para agradar al Señor, es necesario vivir su palabra y ello limpiará tu camino de todo obstáculo que no te permita llegar a la medida de la fe que tienes que llegar.

La Palabra de Dios nos limpia. Ella nos limpia como el agua de la fuente en la antigüedad.

Efesios 5:25b-26

“ …así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla,

habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la Palabra…”

Hebreos 10:22

“Lleguémonos con corazón verdadero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua limpia.’

Cristo con su sacrificio de una vez y por siempre nos hizo aceptos. El pueblo de Dios es real sacerdocio y estamos llamados a vivir la Palabra, por cuanto fuimos creados para Dios para alabanza de su Gloria. En el libro de Santiago se nos enseña que no nos engañemos y ni seamos tan solamente oidores de la palabra. El que oye la Palabra pero no la obedece es como el que se mira frente al espejo pero luego que se va de frente al espejo se olvida como era.

Si escuchamos la Palabra de Dios y no la vivimos es como aquel que olvida su esencia, su identidad. El creyente que olvida su identidad actúa como esclavo, no camina en autoridad. No puede comportarse como rey y sacerdote. Por eso Salomón en Proverbios 19.10 menciona que no es propio que un esclavo reine, puesto que su mentalidad esta finada a la esclavitud. No sabe comportarse como realeza.

Es como quien renuncia a su título real y vive como pordiosero así como el hijo prodigo comiendo de las inmundicias de los animales habiendo pan fresco en su casa. El mundo espiritual sabe quién es llamado a la realeza, pero cuando la persona está apartada de la palabra de Dios, no se reconoce a sí mismo. Por lo tanto actúa en una manera dañina hacia sí mismo y otros. Sus ojos comienzan a mirar sin fe. Y todo aquello que no proviene de la fe es pecado,

“…y todo lo que no proviene de fe, es pecado.” Romanos 14.23 Y sin fe es imposible agradar a Dios.

¿Serás tú de los que miran atentamente al espejo de la Palabra para vivir en la libertad en que Cristo te llamó? Si no es así, entonces volvamos al espejo de la fuente y miremos atentamente la libertad que Cristo nos ha dado y nunca olvidemos que el reflejo de Cristo debe estar en nuestro ser.

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"Sed hacedores de la palabra y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, ése es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural; él se considera a sí mismo y se va, y pronto olvida cómo era. Pero el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace."


Santiago 1:22-25

Reina-Valera 1995 (RVR1995)

Aixa Mariely


 
 
 

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