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Abre la boca

  • Foto del escritor: Aixa Mariely Rodriguez
    Aixa Mariely Rodriguez
  • 9 oct 2021
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 11 oct 2021

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De niña me encantaba curiosear de cualquier cosa que hubiese, en especial en el refrigerador. En casa compraban unos pastelitos (cup cakes) rellenos de crema y de chocolate estilo "ganache". Aquel chocolate derretido a mis ojos brillaba más refulgente que el betún* que yo tenía que ponerle a mis zapatos para ir a la escuela. Claro, no podía comérmelos a menos que pidiese permiso. En aquel entonces tenía como ocho años, y era muy observadora, noté un patrón en mi casa. Compraban los pastelitos y después los olvidaban. Así que me convertí en una depredadora de pastelitos a escondidas. Comencé a calcular las semanas, los días que los olvidaban y hasta la hora en que nadie visitaba la cocina. Cuando yo entendía que verdaderamente no les importaban, ni se acordaban, era el momento predilecto y así comenzaron a desaparecer los pastelitos de la nevera uno por uno, sin que nadie se diese cuenta.

Ahora no sólo me devoraba los pastelitos, si no que aprendí a salirme con las mías y robármelos. Hice eso por varios meses sin que nadie notara mis fechorías. Hasta que un día alguien se dio cuenta de mi mal hábito y quiso confrontarme. Recuerdo que cuando me atraparon, con mi cara fresca mentí descaradamente: - "No, no fui yo"... a lo que me respondieron - "Abre la boca" y triste para mí, porque ahí estaba como diría el Chavo del ocho, el cuerpo de Benito (el cuerpo del delito). Todo el rastro de chocolate en los dientes y en la lengua. Pasé una vergüenza terrible. Y de ahí aprendí una gran lección.

Como seres humanos siempre buscaremos justificar todas las cosas a nuestra conveniencia. Yo podía alegar de que nadie le interesaba esos benditos cup cakes, porque los dejaban abandonados por meses en el refrigerador. Pero sin entenderlo, estaba aprendiendo a romper reglas, a mentir, a robar y a tomarle el gusto, porque al parecer nadie lo notaba y yo estaba siendo exitosa.

La Biblia dice que: Hay caminos que al hombre le parecen rectos, pero que acaban por ser caminos de muerte. Proverbios 14:12

Hay conversaciones y acciones que no nos convienen, hay cosas que no construyen sino que traen destrucción. Como creyentes en Jesús debemos aprender a removernos de lugares, de personas, de conversaciones, y hábitos que nos llevan a destrucción propia o de otros. Es un proceso a veces difícil, pero el Espíritu Santo siempre está dispuesto a ayudarnos.

Habrán batallas que tal vez venzas con menos tiempo, y otras que parecerán que son una guerra de por vida, esas que son prolongadas. Pero Dios nos adiestra para vencer así sea una batalla o sea una guerra (Lee Salmo 144:1). A su lado podemos vencer. En nuestras debilidades El es fuerte.

Cada acción que tomemos es como una semilla, cosecharemos lo que sembramos. Procura sembrar el bien para ti y los demás. Examinemos siempre nuestra vida. Un día no muy lejano estaremos frente a Dios y tal vez no te diga "abre la boca" pero ten por seguro que daremos cuenta de todo lo que estamos haciendo en nuestra vida.


"El que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, de esa misma naturaleza cosechará destrucción; el que siembra para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna." Gálatas 6:8


Aixa Mariely

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(betún-crema para brillar zapatos)

 
 
 

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