Ayúdame en mi poca fe
- Aixa Mariely Rodriguez
- 11 feb 2021
- 5 Min. de lectura

Mi primera amiga, fue mi hermana mayor. Desde niña yo me sentía responsable por protegerla aunque no tenía idea cómo, a mis ojos yo era la más robusta de las dos, la más alta, más atrevida y mi hermana era más delgada, más delicada, más pequeña en estatura, muy ejemplar, tranquila y obediente. Yo quería defenderla de ciertas personas, de los perros del vecindario que venían a ladrarnos cuando íbamos caminando en la calle, de las sombras de la noche que veíamos por la ventana (que eran las hojas de los árboles de almendra moviéndose, a veces nos quitaban el sueño). Fuimos creciendo y me tocaba espantarle los muchachos que se le acercaban y a ella no le gustaban. Guardábamos secretos, nos poníamos de acuerdo para lograr cosas juntas, aunque muchas veces yo la chantajeaba con contar nuestros secretos a papá si ella no jugaba a las muñecas conmigo (yo no entendía que ella había crecido y que yo era más niña). Así era nuestra hermandad, éramos cómplices, yo la defensora y a veces yo el problema.

Una noche de mayo 1991, en un campamento de jóvenes en Dorado Puerto Rico, vi mi hermana llorar como nunca la había visto. Eso causó en mí una desesperación. En mi mente solo pensaba- “¿Qué o quién la está haciendo llorar?” tenía mucha curiosidad. Recuerdo que activé “mi radar de hermana protectora” y me puse a la defensiva. Estábamos escuchando una charla. Me pidió que la acompañara allí donde estaban en pie otros jóvenes. El predicador
nos pidió repetir unas palabras. Yo estaba asustada, miraba a otros chicos llorando profundamente, otros sobre sus rodillas, otros temblaban “¿Qué les hacía llorar?” Algo no estaba en mi control, no entendía qué estaba ocurriendo. Tomé valor y en voz alta repetí aquellas palabras con todos ellos y con mi corazón palpitando rápidamente. Al final de la oración sentí como si me hubiesen quitado un peso que no sabía que estaba en mí, sentí paz. Mi hermana me dio un abrazo, nuestros amigos nos dieron un abrazo y hasta me felicitaron.
¿De qué me estaban felicitando? me preguntaba. Todavía recuerdo que me sentí tan perdida como Doris de la película "Nemo", pero no le hice saber a nadie, seguí sonriendo y disimulando. Luego comprendí que yo había aceptado públicamente a Dios como mi Salvador y ni estuve consciente de ello. Más adelante hice la oración con entendimiento. Ahora me río, porque fui torpe para entender mi necesidad espiritual, pero Dios en su misericordia, escuchó mi clamor interno y usó el llanto de mi hermana para yo hacer aquella oración que tanto necesitaba. Dios me atrajo con cuerdas de amor y compasión. Aquel momento fue crucial para mí. Necesitaba paz en mi alma con urgencia. Ciertos conflictos familiares me causaron tanto dolor a través de los años y todo aquel tiempo me hice la idea de que Dios no podía existir, al menos pensaba yo, que si existía, no estaba interesado en mi. A pesar de todo, me quedaba un poquito de esperanza porque mis abuelos y mis padres me habían enseñado de Él y yo había sido testigo de cosas extraordinarias. Solo tenía un poquito de fe, pero ese poquito me llevó a la liberación más grande de mi vida.
El evangelista Billy Graham, en cierta ocasión después de una conversación con una persona, también tuvo una experiencia similar en la que sintió duda, y se cuestionaba sobre la autoridad de la Palabra de Dios. En su biografía se dice que el tuvo una conversación con Dios en la que le dijo: “Dios, no entiendo todo acerca de tu Palabra, ni tengo respuestas a todas las preguntas… pero pongo mi confianza en tu Palabra, por fe” (Brown, 2019) Un poquito de fe fue suficiente en la vida de Billy, para que Dios se glorificara y millones de vidas se salvaran por medio del ministerio de este hermano, que aunque ya duerme, su legado aún permanece activo.
Hay varios tipos de fe, y usualmente el ser humano la emplea para todo, pero hay una fe que es para vida eterna, y de esa fe es la que quiero enfatizar aquí. La Biblia dice: “Confiar en Dios es estar totalmente seguro de que uno va a recibir lo que espera. Es estar convencido de que algo existe, aun cuando no se pueda ver.” (Hebreos 11.1 TLA)

La Biblia relata de un hombre que tenía un hijo que era atormentado por un espíritu maligno y éste trataba de que el muchacho se hiciese daño (Marcos 9:14-29). Los discípulos de Jesús trataron de sanarle pero les faltó fe. Puedo imaginar aquel padre, tal vez si existiese un medidor de esperanza, sus niveles comenzaban a disminuir justo al ver a aquellos discípulos de Jesús fallar en su intento. Jesús pidió que le trajeran al chico y le dijo al papá: “Si puedes creer, al que cree todo le es posible” Me impresiona la respuesta inmediata del hombre “¡Sí creo! ¡Ayúdame en mi poca fe!” , en otras palabras le estaba pidiendo ayuda a Dios para creer aún más y Dios lo hizo. Jesús reprendió al espíritu maligno, el muchacho fue sacudido violentamente, dio un alarido y fue libre, quedó como si estuviese muerto. El maestro le dio la mano y lo levantó y el muchacho se puso en pie.
Nuestra naturaleza humana es ambiciosa de conocimiento, pero lo cierto es que no tenemos por qué conocer y entender todas las cosas. En mi pasado dudé de la existencia de Dios, simplemente por no entender lo que estaba pasando en mi vida. Esperaba que Dios me metiese en una burbuja y me librara del dolor y de todas aquellas emociones. Pero esa no es la realidad de la vida para nadie, en esta vida todos tendremos aflicciones, necesitaremos armarnos de valor y saber que los que permanecemos en el amor de Dios, cada experiencia, sea buena o no tan buena, se tornará a nuestro favor. Esas experiencias nos fortalecen, nos hace crecer, nos hace entender a otros y aún ayudarles.
La sabiduría de nuestro Creador es mucho más inmensa que la sabiduría limitada de este mundo. A pesar de mi incomprensión, Dios tuvo compasión de mí. Me perdonó y me fue enseñando que en este caminar muchas veces necesitaré hacer oraciones como la que hizo aquel padre desesperado: ¡Ayúdame en mi poca fe!
Sí, fue poquita la esperanza que sentía aquel papá, pero fue suficiente para alcanzar la liberación y sanidad de su hijo, para cambiar totalmente su generación. Necesitarás un poco de fe para enfrentar grandes desafíos. Dios te dice hoy: Al que cree todo le es posible.
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“Les aseguro que si tuvieran una confianza tan pequeña como un grano de mostaza, podrían ordenarle a esta montaña que se moviera de su lugar, y los obedecería. ¡Nada sería imposible para ustedes!” Mateo 17:20-21 TLA

Referencias:
La Biblia: Marcos 9:10-30; Hebreos 11.1; Mateo 17:20-21
Brown, M. (2019) “How Billy Graham Overcame His Doubts about the Bible”
https://www.biblegateway.com/blog/2019/04/how-billy-graham-overcame-his-doubts-about-the-bible/
Aixa Mariely Rodriguez
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